Equinoccio de Primavera.

Mefisto, mi dragón más reflexivo, quiero contaros aquello que aqueja mis visiones.

Nuevamente, como todos los cambios de ciclo, los primeros brotes dan anuncio de la pronta primavera. Sabes bien como Démeter comienza a vestir el mundo de colores para que en mi ascenso a la tierra, quede asombrada por su belleza y con ellos mis pasos perduren por más del tiempo convenido.

Démeter, diosa incansable. Danza al ritmo de la vida, despertando a cada árbol de su letargo profundo, haciendo que su sabia se expanda en cada rama como la sangre en cada dedo.

La temperatura ya comienza a subir en la superficie, los hielos ceden y la nieve comienza a fluir como fríos ríos que alimentan la tierra, penetrándola lenta y constantemente hasta que muestren su fertilidad en frutos visibles.

Y deambulará por los caminos anunciando mi llegada. Elevará cánticos de alegría que perturben hasta los peces dentro de sus mares. Y hará saber a toda criatura que Perséfone retorna al mundo de los vivos.

Y no nos veremos recién hasta el día en que retorne a mi morada. Pues ya nada en la tierra me pertenece, no tengo hogar entre los hombres, ni entiendo como el tiempo transforma el pensamiento y sus corrientes modifican la geografía y la historia. Indudable es que mi paseo sea concebido como solo una visita. Serán cinco meses de sol y luz. Mi piel nuevamente se inundará de sus rayos implacables y dejaré mi palidez en prenda. Ya no vestiré de aquel blanquecino tono de infierno.

Muchos de los rostros que me vean serán luego visitados por Hades y navegaran en su barcaza hasta llegar a mis brazos. Esa certeza a veces les provoca cierto espanto cuando mis ondulados cabellos rozan sus cuellos delicados.

Otros reconocerán en mi rostro a la Sacerdotisa, y verán en mí, sus futuros inciertos concretizarse en mis suspiros y en mis pócimas.

Mi paseo será nuevamente parte del ciclo de la rueda, que al girar marca el fin de una nueva etapa, para continuar y luego repetir y repetir hasta el infinito.

Dime, mi querido Mefisto, ¿Cómo doblo el destino que marcaron en mis días?, ¿Cómo escapo a mi condena firmada con siete granos de una granada maldita? Introduciría mis manos y quitaría mis vísceras por decidir mis días.

Mefisto, mi querido amigo, ¿nuevamente veremos los demonios del hombre?, ¿nuevamente huiremos despavoridos a las cumbres mas altas o los desiertos mas áridos? Mejor no anteceder, disculpa los devaneos de tu reina delirante, mejor es que me cobijes bajo tu ala y me prodigues de tibieza y luz a través de tus flamas.

© Angeles y Demonios 2006